miércoles, 26 de julio de 2017

Verano, mar y nubes











La presentación

Yang se azoró cuando le enseñé en mi pantalla la invitación que me había llegado por email.
          —Por fin se va a dar a conocer el proyecto, la presentación será el pistoletazo de salida—comenté convencido de que él habría recibido la suya.
          —No creo que vaya, no me gustan esos eventos.
          —¡Hombre, no todos los días se presencia algo así! —le dije para que se animara— Te vas a perder algo único, el inicio de una nueva era.
          Yang no respondió y ya no hablamos más en toda la mañana. Él siguió trabajando frente al ordenador, tan poco comunicativo como todos los días, sin que apenas se percibiera su pequeña y taciturna figura el resto de la jornada.
           Llevábamos cinco años trabajando juntos y sólo sabía de él que era de origen chino y que había llegado a Israel porque tenía una gran experiencia como ingeniero informático, era uno de los pocos que conocían el funcionamiento de nuestras máquinas, por eso el resto del departamento estábamos a su disposición.
          Creo que fue la misma empresa la que buscó a Yang y le preparó apresuradamente para que se hiciera con el idioma, aunque jamás le oí hablar en hebreo, siempre nos hablaba en inglés. Desde el principio se encargó de la configuración informática de las impresoras, y por supuesto firmó el contrato de confidencialidad como todos los que trabajamos en la empresa. Cuando empezamos, no sabíamos mucho sobre el producto, sí que era algo innovador, que apenas estaba emergiendo, pero no que iba a cambiar la medicina y la arquitectura tal y como las conocíamos.
          Las primeras impresoras 3D eran muy pequeñas comparadas con las que habíamos perfeccionado en los últimos meses y que se iban a presentar el viernes. Se trataba de un acontecimiento mundial, la primera vez que se mostraba en público cómo se podía construir un edificio con una impresora 3D.Tenía información de que en otro sector de la fábrica ya estaban preparadas las enormes piezas que lo conformarían y que, además se había logrado un gran avance ecológico porque estaban construidas por completo con materiales renovables.
          A la salida le comenté a Yang que se pensara mejor lo de no asistir a la presentación. No me contestó, me dio la espalda y se apresuró a entrar en uno de los ascensores que se cerró ante mis narices. Tuve que esperar al siguiente y me perdí el pequeño revuelo que había ocurrido en el vestíbulo del edificio unos segundos antes. Los de seguridad subían a buscar a Yang cuando se toparon con él al salir del ascensor. Yo  llegué a ver cómo lo empujaban al interior de un coche de la empresa estacionado junto a la puerta principal que salió de allí a toda velocidad. Pregunté a la azafata que se encontraba en recepción qué había sucedido y no me supo decir nada. Luego hice varias llamadas pero no conseguí ninguna información.
          Al llegar a casa mi mujer me notó preocupado y empezó a conversar conmigo mientras preparábamos la cena intentando relajar la tensión.  
          —Acaban de dar una noticia sorprendente—me comentó. —En China ya no sólo son capaces de copiar cualquier cosa, sino que pueden crear órganos humanos para trasplantes con tecnología 3D, y además, empleando unas grandes impresoras, han construido un edificio entero.
          Caí derrumbado en el sofá y al minuto entró un nuevo correo en mi móvil: la presentación había sido cancelada.