martes, 31 de enero de 2012

LA SOPA

Esta noche Vicente se ha tomado la sopa más rápido que de costumbre y haciendo incluso más ruido que ninguna noche. Estaba ansioso por acabársela. No sé si creía realmente que en ella se encontraba su fin, pero deseaba terminar su plato y ver si así todo acababa de una vez. Eso si, él ha sorbido la sopa tan sonoramente como lo solía hacer siempre, o incluso más,  para joder. Como de costumbre, él tenía que decir la última palabra.
Llevábamos casados desde los dieciséis años y durante treinta, todas y cada una de las noches, Vicente había querido sopa para cenar. A mí me educaron para ser sumisa y servicial, para cuidar y dar gusto a mi marido, por lo tanto nunca jamás me he negado a hacérsela. Ni una sola noche durante todo este tiempo a mi esposo le ha faltado su plato de sopa sobre la mesa. Ni siquiera esta noche señor agente, que aunque estaba advertido y sospechaba lo que iba a suceder, me ha pedido que se la hiciera como siempre. — ¡Para chulo, yo!— parece que ha pensado. Y mira que se lo había dicho, y se lo había repetido cada noche cuando le escuchaba sorber la sopa: —Cualquier día, tanta sopa te va a sentar mal, alguna vez te va ha hacer daño, ya lo verás — A ver si con el miedo no se la tomaba tan agusto y no hacía tanto ruido. Pero él nunca me ha tenido en cuenta, nunca me escuchaba. No se creía que fuera capaz…
Mire agente, pienso que ya he cumplido una larga condena, treinta años oyendo los sorbidos de mi marido y él sin escucharme ni una sola vez durante todo este tiempo. ¿No le parece a usted?.

domingo, 29 de enero de 2012

MARIONETAS MÁGICAS

   Los baúles de marionetas se agitaban en la parte trasera de la furgoneta. A pesar de todo, esa tarde habría espectáculo.
   No era la primera vez que al llegar a un pueblo, tras viajar varias jornadas apretados en el maletero, tenían que quedarse encerrados en los baúles porque se cancelaba su actuación. Por motivos de poco presupuesto “El desván de las ilusiones mágicas”, después del esfuerzo puesto en adaptar los guiones y crear y montar los personajes nuevos, que eran cada vez más elaborados y costosos, no había podido actuar ya en varios lugares.
  Los niños que habían acudido esa tarde a la plaza para verles no querían volverse a casa. Decepcionados, se quedaron jugando por allí como si las autoridades fueran a cambiar de opinión y ofrecerles al fin el teatro de títeres que tenían anunciado. Correteaban cerca de la furgoneta, desde el interior las marionetas podían oír las voces y los pasos apresurados.
   — ¡Oíd chicos, tenemos que hacer algo!— dijo Momo.
   —Creí que era a la única a la que le daban pena esos niños. — Se levantó airosa la Bailarina de la danza del vientre— Estaba a punto de mandar al Soldado de plomo que os hiciese formar a todos para proponeros que hagamos nuestra función.
   —Estamos todos de acuerdo, ¿no? Pues a trabajar. —El Príncipe les apresuró para que salieran de los baúles y se preparasen para hacer cada uno su número.
  Aunque no esperaban ver nada dentro, un grupo de niños se acercó a los cristales para curiosear. De repente el maletero se iluminó y de los baúles empezaron a salir bailando las marionetas. Sorprendidos, los pequeños retrocedieron un paso para al instante volver a mirar intrigados y llamar a todos los demás para que vieran lo mismo que ellos estaban viendo. Y así se congregó un improvisado público infantil que contempló atónito cómo los personajes interpretaban por si mismos todo el espectáculo, utilizando el maletero como teatro y las ventanillas como escenario. Primero los payasos hicieron un número de humor y malabares, luego doña Gorgonia y doña Afinatta con su piano animaron el baile del Príncipe con la Bella Durmiente y la increíble actuación del cuarteto que formaron Marilyn, María Callas, Carmen Miranda y Elvis. La gitana Angustias les enseñó el futuro en su bola de cristal iluminada. Momo representó una alegre historia con gestos de mimo y el Mago Merlín con sus trucos les dejó a todos con la boca abierta. No hicieron falta personas para los diálogos ni las canciones, los movimientos de los títeres eran tan expresivos que todos los niños entendieron el significado y disfrutaron de aquella fantástica representación del “El desván de las ilusiones mágicas”.

EL VIAJE QUE TRANSFORMÓ A UN COPO DE NIEVE

Amanece en el desierto y el sol abrasador empieza a asomar tras las dunas. Los animales vuelven a sus escondrijos y las flores de los cactus se cierran para resistir el calor y conservar la frescura de las gotas de rocío que han caído durante la noche. De manera insólita, hasta ese remoto lugar, va a llegar un intrépido copo de nieve.
    A lo lejos, en las cumbres de las montañas, estalla una tormenta. Entre rayos resplandecientes y ensordecedores truenos, el pequeño copo de nieve, recién formado en la gran nube que lo resguardaba, es precipitado al exterior junto a millones de minúsculos copos como él. Sin ninguna experiencia y desorientado no comprende por qué todos son empujados hacia un destino desconocido. Remolón, se entretiene estudiando cómo se mueven los demás; son tan iguales que no puede distinguirlos; no sabe si los que ve pasar a su lado son los mismos que ha visto antes, o copos nuevos que le adelantan mientras caen empujados por alguna corriente fría. Le gustaría que se detuviesen y le contaran hacia dónde se dirigen, para decidir si acompañarles o tomar otro rumbo. En cambio, y aunque estan tan desconcertados como él, todavía se permiten revolotear juguetones a su alrededor como si quisieran burlarse. En vez de seguir a esos engreídos aprovecha una pequeña ráfaga de aire para encaminarse en sentido contrario. Unos pocos se mueven junto a él durante unos instantes, el resto del camino ya lo hace solo. Al principio se siente confiado pero, al sufrir el azote de varios remolinos que le dejan un poco mareado, empieza a pensar que quizá sea mejor dejarse llevar y descender suavemente, mecido por el viento, hasta donde quiera que sea su final. Tiene mucho miedo y más cuando se hace de noche; no puede ver hacia dónde se dirige y por lo tanto es fácil que en cualquier momento choque y acabe deshecho. Se mantiene alerta hasta el amanecer, deambulando durante horas.
 Con los primeros rayos de sol, recobra un poco de valor para volar con decisión y adentrarse más en aquel territorio desconocido que se extiende bajo las montañas de las que él proviene. Observando los montículos de formas fantasmagóricas, las piedras erosionadas y los pequeños matojos resecos que se encuentra a su paso, no se da cuenta de que el calor ha empezado a deshacer su cuerpo. Los extremos de sus aristas se están redondeando y cada vez se siente más pesado y le cuesta más esfuerzo volar. De entre todo lo que ve, una bella flor blanca es lo que más llama su atención; está marchitándose, a punto de desfallecer, como él. Hace un último esfuerzo para consiguir llegar a su altura y luego desciende en línea recta, despacio, como si supiera que debe caer sobre ella justo en el momento en que se desprende del cactus. Protegido en su interior, puede aguantar la fuerza del sol hasta que la brisa poco a poco les va enterrando en la arena. En aquella oscuridad y tan cansado como está, el copo de nieve, ya convertido en agua, se queda dormido.
No sabe cuánto tiempo había pasado cuando, de repente empieza a ascender hacía la luz, su cuerpo verde se va alargando por momentos permitiéndole ver cómo a su alrededor a otros les ocurre lo mismo.  No tarda mucho en convertirse en un cactus robusto que sobresale de entre los demás, con hermosas flores blancas y una gran altura desde donde divisar las lejanas cumbres en las que comenzó su viaje.