jueves, 15 de marzo de 2012

EL GRAN MOMENTO

 
El descubrimiento de ayer no me ha dejado dormir, me ha costado más que nunca salir de la cama. Después de conseguirlo  ya no quiero hacer más esfuerzos. Tendría que vestirme pero me dejo llevar por no sé qué impulso hasta caer apática en el sillón junto a la ventana. Hace rato que los rayos del sol penetran impertinentes deslumbrando la soledad del salón. La calle está aún tranquila. Es sábado por la mañana y todos aprovechan para disfrutar de la familia y del hogar. Saldrán luego a hacer los recados y a tomar el aperitivo. Ahora suenan las once en el campanario de la iglesia de San Juan. La plaza junto al pórtico está vacía, a pesar del buen tiempo nadie se ha sentado en sus bancos a leer el periódico. El vecino del quinto regresa del paseo matutino con su perrito y en cuanto desaparece en mi perspectiva vuelve la quietud.
Empezará el ajetreo cuando llegue el gran momento. Todo el mundo se acercará a verlo. En un instante se llenará la plaza, saldrán curiosos de todas partes, como si fuese un espectáculo que no hubieran visto nunca. Poco a poco irán llegando los invitados, a cada cual más elegante, salpicando de colores la iglesia. Mirándose, saludándose, besándose, comentando cuánto tiempo llevan sin verse y que es bueno que sea en estas ocasiones. El volumen del murmullo irá subiendo mientras esperan la llegada de los novios. Entrará él, sonriente y apuesto, disfrazado con su traje nuevo y se colocará nervioso junto al altar. Según pasen los minutos se le irá poniendo cara de incredulidad, de que eso no le puede estar pasando, y menos delante de tanta gente. Empezará a desesperarse y llamará por teléfono pensando que se entretienen demasiado con el maquillaje y la peluquería. Insistirá y, al ver que no obtiene respuesta, tal vez en algún instante se le pase por la imaginación que ya no se puede esconder tras su máscara.
Han tocado las doce hace un rato y yo sigo en el sillón observando lo que sucede. No puedo moverme. Tendría que estar ya arreglada pero mi vestido blanco sigue ahí colgado, frente a mí, como si fuera un fantasma.