Él nunca había hecho antes una cosa así. En el espejo del baño de caballeros parece otro hombre cuando se quita la chaqueta, la camisa de cuellos almidonados, la corbata y los pantalones de raya impecable. Pero ya con esa bola roja en la nariz, la cara pintada y el traje de cuadros amarillos y verdes, está irreconocible.
Nadie en la fiesta sospechará que bajo ese disfraz se encuentra él; tan tímido, serio y tan poco dado a estridencias. Siempre educado, comedido, tranquilo y silencioso. Todos los que le conocen aprecian su carácter afable y su discreción. Vaya a donde vaya —y viaja mucho por su trabajo— causa una impresión inmejorable. Los empleados de los hoteles donde se ha alojado no han tenido nunca motivos de queja por su comportamiento. Siempre encuentran su habitación recogida, y si alguna vez le han abierto el equipaje para curiosear, lo han descubierto en orden, toda su ropa doblada y colocada en su sitio, hasta lo usado que necesita lavar lo guarda en una bolsa aparte impecablemente doblado. En el aseo también es un perfeccionista. Se ducha al menos dos veces al día; una al levantarse y otra antes de meterse en la cama, y lo hace de nuevo si por algún motivo realiza un esfuerzo o va al gimnasio. No son duchas de cinco minutos, no, se lava minuciosamente cada vez, como si llevase tiempo sin hacerlo y necesitara desinfectarse.
Tiene los dientes blancos, las uñas cortas y limpias, va afeitado y perfumado con aftersave. Cuida su imagen sin ninguna intención especial. No pretende sobresalir ni conquistar a otras mujeres. La suya es la única, siempre le ha sido fiel. Ella le considera un buen marido; solícito y dispuesto. Los dos trabajan así que comparten las tareas y lo que es más importante: el cuidado de su hijita. No es necesario decirle nada, hace las cosas por propia iniciativa y todo le queda perfecto incluso lo que intenta por primera vez. Ninguna discusión ha interrumpido sus plácidos diez años de vida matrimonial. Hoy es su aniversario y ha gastado todos sus ahorros en un viaje de ida para los tres a un pequeño paraíso al otro lado del mundo. Le iba a dar a su mujer el regalo de aniversario en la fiesta, y por eso se ha ausentado de la mesa poniendo la disculpa de que tiene que ir a buscarlo porque lo ha olvidado en el coche.
Hace un mes que el jefe les invitó a la fiesta, la ha organizado para dar a conocer quién será su sucesor cuando se jubile. Durante estos días tampoco es que lo haya mantenido en secreto así que ya sabe que, al contrario de lo que todos creían, no le ha elegido a él. Está a punto de anunciarlo ante todos los presentes cuando un payaso entra en el salón, se sube a una mesa para que todos le vean y les hace burla, luego se da media vuelta y al mismo tiempo que se agacha un poco hacia adelante se baja los pantalones y les enseña el culo a todos durante unos segundos de tenso silencio. Después se marcha riendo a carcajadas. Tras de sí el murmullo va creciendo en todo el salón por lo que al jefe le resulta imposible pronunciar el nombre de su sucesor.
Nadie en la fiesta sospechará que bajo ese disfraz se encuentra él; tan tímido, serio y tan poco dado a estridencias. Siempre educado, comedido, tranquilo y silencioso. Todos los que le conocen aprecian su carácter afable y su discreción. Vaya a donde vaya —y viaja mucho por su trabajo— causa una impresión inmejorable. Los empleados de los hoteles donde se ha alojado no han tenido nunca motivos de queja por su comportamiento. Siempre encuentran su habitación recogida, y si alguna vez le han abierto el equipaje para curiosear, lo han descubierto en orden, toda su ropa doblada y colocada en su sitio, hasta lo usado que necesita lavar lo guarda en una bolsa aparte impecablemente doblado. En el aseo también es un perfeccionista. Se ducha al menos dos veces al día; una al levantarse y otra antes de meterse en la cama, y lo hace de nuevo si por algún motivo realiza un esfuerzo o va al gimnasio. No son duchas de cinco minutos, no, se lava minuciosamente cada vez, como si llevase tiempo sin hacerlo y necesitara desinfectarse.
Tiene los dientes blancos, las uñas cortas y limpias, va afeitado y perfumado con aftersave. Cuida su imagen sin ninguna intención especial. No pretende sobresalir ni conquistar a otras mujeres. La suya es la única, siempre le ha sido fiel. Ella le considera un buen marido; solícito y dispuesto. Los dos trabajan así que comparten las tareas y lo que es más importante: el cuidado de su hijita. No es necesario decirle nada, hace las cosas por propia iniciativa y todo le queda perfecto incluso lo que intenta por primera vez. Ninguna discusión ha interrumpido sus plácidos diez años de vida matrimonial. Hoy es su aniversario y ha gastado todos sus ahorros en un viaje de ida para los tres a un pequeño paraíso al otro lado del mundo. Le iba a dar a su mujer el regalo de aniversario en la fiesta, y por eso se ha ausentado de la mesa poniendo la disculpa de que tiene que ir a buscarlo porque lo ha olvidado en el coche.
Hace un mes que el jefe les invitó a la fiesta, la ha organizado para dar a conocer quién será su sucesor cuando se jubile. Durante estos días tampoco es que lo haya mantenido en secreto así que ya sabe que, al contrario de lo que todos creían, no le ha elegido a él. Está a punto de anunciarlo ante todos los presentes cuando un payaso entra en el salón, se sube a una mesa para que todos le vean y les hace burla, luego se da media vuelta y al mismo tiempo que se agacha un poco hacia adelante se baja los pantalones y les enseña el culo a todos durante unos segundos de tenso silencio. Después se marcha riendo a carcajadas. Tras de sí el murmullo va creciendo en todo el salón por lo que al jefe le resulta imposible pronunciar el nombre de su sucesor.